Cómo sociedad hemos pactado la existencia de un Poder Judicial como uno de los tres poderes del Estado de Derecho.
Un poder imparcial, ecuánime que busca dirimir conflictos con carácter de verdad objetiva.
Un poder falible, corruptible, imperfecto, que muchas veces comete errores y otras tantas acierta, pero que es la única garantía frente a la barbarie.
Hemos apostado a este modelo, buscando sustituir la violencia de las prácticas antiguas: torturas, ejecuciones públicas, linchamientos y todo ese caos que asumimos, quedaron en el pasado.
Cuando leo y escucho a diferentes personas decir que se tiene que matar, torturar, violar, etc, a personas que cometieron ciertos delitos, es cuando me pongo a pensar si no somos el mismo monstruo que criticamos.
Por un lado juzgamos desde el gran y legítimo dolor e indignación que nos provoca el crimen cometido; pero por otro, queremos hacer lo mismo.
¿Esto no nos convierte en lo mismo? ¿El deseo de punir la muerte con más muerte, mejora en algo la situación? El, afortunadamente ya perimido “ojo por ojo” corresponde a un tiempo histórico pasado hace mucho, que nos enorgullecemos a voces de haber superado.
El respeto a los derechos humanos, la garantía del debido proceso y la protección de la integridad, es y debe ser igual para todo ser humano, independientemente del crimen que haya cometido, por razones hasta pedagógicas.
Asimismo, nos llama la atención el nivel de violencia con el que convivimos.
La proliferación de discursos de odio, de actos de intolerancia, de violencia impune, de crímenes aberrantes; debe llamarnos la atención, pero sobre todo llamarnos a la acción, para, de una vez por todas, bajar la pelota al piso y empezar a educar en la no violencia.
Sobre todo en etapas preventivas, mejorando siempre nuestra forma de resolver los conflictos. No defiendo a nadie, simplemente entiendo que, como sociedad, estamos dando pasos hacia atrás.
Pareciera, a veces, que se anhela la vuelta del César, con su gesto neroniano de arengar a la plebe en el circo, que decide si el gladiador vive o muere.
Edil Diego Guevara